jueves, 28 de julio de 2011

Parte XLIII (Por Paola)

Ricardo entró al laboratorio de la mano de la doctora; ella prácticamente lo había arrastrado hasta allí y no se habían soltado hasta que se encontraron solos. Julia cerró la puerta para que nadie pudiese escucharlos desde el pasillo y acto seguido fijó su mirada, muy seria, en el capitán. Ricardo tragó saliva antes de hablar.
-¿Qué ocurre, Julia? Me estás asustando. ¿Cómo está Gamboa? -Ella se acercó a la mesa y sacó el informe de Gamboa de un cajón antes de hablar.
-Está un poco débil, pero se pondrá bien. Y ese es precisamente el problema. Ha estado varios días a la deriva y herido, con la poca agua y comida que tenía a su disposición es imposible que llegase en tal estado. Debería estar prácticamente muerto.
Ricardo frunció el ceño ante las palabras de ella.
-¿Quieres decir que nos está mintiendo?
-Quiero decir que seguramente ha estado en otro barco, no hay otra explicación.
Antes de que Ricardo pudiese asimilarlo la puerta se abrió de golpe y una melena rizada se asomó por ella. Andrea se acercó rápidamente a Ricardo y se abrazó a su cintura.
-Cariño, ¿dónde estabas? Llevaba un rato buscándote. ¿Algo va mal?
Ricardo la rodeó con los brazos y lanzó una mirada de circunstancias a Julia, que ella entendió al momento: no quería que Andrea se enterase de nada.
-Sólo le estaba enseñando el informe de Gamboa al capitán para que viese que todo estaba bien, nada más. Ya hemos acabado.
La pareja salió del laboratorio dejando allí a la doctora sumida en sus pensamientos, pero cuando ésta fijó la mirada en la mujer que se alejaba agarrada del brazo del hombre que amaba se dio cuenta de que tenía algo que le sobresalía del bolsillo trasero del pantalón, una fotografía. Y su mente viajó en ese mismo instante a lo que había visto aquella mañana en el puente de mandos: Andrea y Ricardo discutiendo acerca de la existencia de una foto, que ella había negado. Julia no sabía cómo era esa foto, pero se apostaría lo que fuese a que se trataba de la misma fotografía que la mujer llevaba ahora en el bolsillo del pantalón. Nunca había confiado en ella, y desde que sabía que estaba metida en el Proyecto Alejandría lo hacía mucho menos. ¿Qué más escondería?
Sacudiendo la cabeza cogió los materiales necesarios para realizar curas de la enfermería y se dirigió escaleras arriba, hacia donde estaban los camarotes. Como cada noche antes de acostarse tenía que curar a Gamboa. Llamó suavemente a la puerta del camarote y una voz desde el otro lado la invitó a entrar. Nunca le había caído bien ese hombre, pero no le quedaba más remedio que atenderlo.
-¿Cómo te encuentras?
-Mejor, todo gracias a los cuidados de la doctora. -Gamboa sonrió de esa forma tan cínica que sólo él podía conseguir y Julia sintió como todos los vellos de su piel se ponían de punta. Lo conocía desde hacía meses, desde que comenzó el Proyecto Alejandría, pero no podía evitarlo.
Se limitó a realizar las curas en silencio y lo más rápido que podía para abandonar aquel camarote lo antes posible, pero cuando estaba recogiendo vio algo que le heló la sangre, algo que estaba segura que no había estado ahí antes de la desaparición de Gamboa pues lo hubiera visto. La muñeca de aquel hombre estaba rodeada por un reloj que ella conocía muy bien: era de Philippe. Ella misma se lo había regalado en una ocasión. Rápidamente su mente recordó lo que le había dicho momentos antes a Ricardo... Gamboa tenía que haber estado en otro barco. ¿Y si Philippe había estado allí con él? ¿Y si Philippe seguía... vivo?

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