lunes, 16 de mayo de 2011

Rol, parte VIII (por Silvia)

La tormenta parecía no cesar, después de largos y abruptos golpes la marea era tan elevada que no tenía fin, estaba claro el Estrella Polar iba a perecer pero de repente.

-¿Qué son todos esos puntos rojos Capitán? –exclamó la doctora.
-Son cientos de barcos pidiendo socorro, apenas están a unas millas algunos, hay que ir a socorrerles, ¡son decenas de vida en peligro! – contestó Ricardo sin creer lo que sus ojos le mostraban.
-NO. Debe situarnos en las coordenadas capitán, ¡AHORA! – sacando una pistola, tras un golpe de ola tan fuerte que incluso derramó las cenizas de la difunta.
-Guarde eso doctora, no es ningún juguete – mirándola fijamente recalcando sus palabras sin tuteo alguno y viendo como aquella mujer que estaba situada en frente frágil, sin maldad, apenas se tenía en pie, estaba temblando. Sin más rodeos Ricardo la quitó la pistola y la abrazó.
-Lo siento, no se que me ha pasado. No se ni que hago con una pistola... perdóname – entre lágrimas.
-Mantengamos la calma Julia. Soy el capitán y debo mantener la entereza en todo momento. Hazme el favor de recoger las cenizas, por favor, mientras yo, daré la vuelta y me situaré en esas dichosas coordenadas, es imposible llegar a ningún barco, estamos sentenciados – dijo apenado mirando al horizonte y sujetando firmemente el timón.
-Gracias capitán, esas coordenadas son nuestra salvación, estoy segura – dicho eso, confiada en que el capitán la iba a hacer caso, se puso a recoger las cenizas de la difunta del capitán de este.
-Ricardo, que coño haces dando la... - de repente De la Cuadra entró al puente de mandos y vio a Julia recogiendo las cenizas, sin decir ni mu, se aproximó al capitán.
-Ricardo, si sigues navegando y dando la vuelta vamos a partir el mástil no podemos hacer nada solo esperar y quedarnos en la posición. y tú lo sabes.
-Debemos ir a las coordenadas de la doctora primer oficial, es una orden.
-(dudando pero sin pdoer replicar a una orden directa del capitán...) A mi orden mi capitán, daré la orden a máquinas, pero esto es un suicidio Ricardo –mirando a la doctora con rabia por haberle comido al cabeza a su amigo, que más que recoger cenizas estaba pendiente de las cruciales decisiones que tomaban ambos hombres, cogió el walkie y habló a través de él - ¡Todo a estribor!

El mar, más indominable que nunca, se precipitó sobre ellos por proa, estaban perdiendo fuerza, tenían una de las bodegas inundadas, Ricardo miró a Julián y ordenó parar máquinas una vez en las dichosas coordenadas y girándose cautelosamente dedicó una sonrisa a la mujer mientras miraba a su primer oficial con respeto, ambos habían pasado muchas tormentas mortíferas pero ninguna de ese calibre, fundiéndose en un amistoso abrazo, se despidieron para siempre a al vez que una ola enorme se atenía sobre ellos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario