lunes, 5 de septiembre de 2011

Rol, parte LXI (por Paola)

El día había llegado, y Ricardo tenía que poner en práctica el plan que había diseñado con Roberto días atrás para confinar a los que estaban relacionados con el proyecto en la sala de máquinas, y así tener el camino libre para colarse en el submarino que los perseguía. Tenía que darles instrucciones a Julián y a Ulises para que lo ayudaran, pero antes necesitaba hablar con Julia. Tenía que contárselo. Ricardo llamó suavemente a la puerta del camarote de la doctora, y tras escuchar respuesta entró.
-Julia... Necesito hablar contigo.
Los dos se sentaron en el borde de la cama pero sin rozarse el uno al otro.
-Julián, Ulises y yo tenemos que encerrar a los que estén relacionados con el proyecto. -No le habló de Roberto porque él no le había contado si Julia estaba al tanto de que lo de Burbuja era sólo una tapadera. -Te dije que confiaba en ti, y lo sigo haciendo. Por eso pienso arriesgarme por ti, y voy a encerrar sólo a Gamboa, a Andrea y a Pablo, a éste último por si acaso. No me fío del todo. Creo que Julián y Ulises respetarán mi decisión, sobre todo el polizón.
Julia se quedó callada unos instantes, pensando en lo que había pasado en los últimos días. Phillipe le había dicho en su mensaje que podía continuar a bordo de ese barco y arriesgarse o ponerse a salvo con lo que quedaba de la parte “buena” del proyecto, y ella había decidido quedarse allí. Todo lo que le importaba estaba en ese barco, y ya no le preocupaba morir si lo hacía para salvar a las personas que quería. Agradecía que Ricardo confiase en ella de esa forma pero acababa de tomar una decisión. Era lo mejor para todos.
-No, Ricardo. Tienes que encerrarme con ellos.
Por la mente de él cruzó la fugaz idea de que se estaba declarando culpable, pero enseguida la abandonó. Sabía que Julia era buena persona.
-Puede ser muy peligroso que te quedes ahí con ellos, Julia. No podemos arriesgarnos.
-¿Más peligroso puede ser que sepan que estoy totalmente con vosotros, no? Andrea ya conoce mis debilidades.
-Andrea no está bien, ¡tengo miedo de lo que pueda hacerte! -La cara de Ricardo denotaba la preocupación que sentía por ella, y el miedo a perderla, sobre todas las cosas.
-Estaré bien, tranquilo, de verdad. Estoy casi segura de que Pablo es de los nuestros, no creo que esté mintiendo. Y bueno... -Julia bajó la mirada hacia su regazo. -Digamos que Gamboa siempre me ha tenido algo de afecto.
Ricardo captó perfectamente el tono con el que lo dijo y creyó entender lo que significaba esa última frase, pero no hizo ningún comentario al respecto.
-Está bien, te encerraré con ellos. Pero tienes que prometerme que te cuidarás, ¿vale? No estoy dispuesto a perderte. -Inconscientemente Ricardo se estaba tocando la pulsera que ella le había regalado tiempo atrás y que todavía conservaba. En ese momento sentía unas ganas profundas de besarla pero se prometió a sí mismo que no lo haría hasta que todo hubiese terminado. Quería hacerlo bien, sin preocupaciones, sin desesperación, pero quería hacerlo. Por eso se aseguraría de mantenerla viva, porque algún día tenía que probar los labios de la doctora Wilson.
-Lo haré. Además, por si vuestro plan falla, creo que será importante controlarlos desde dentro, y ahí es donde yo puedo ayudar.

***

Todo estaba preparado para su partida. Habían logrado encerrar a Gamboa, a Andrea y a Pablo en la sala de máquinas, y lo mismo habían hecho con la doctora. Ella había fingido que ponía resistencia a lo que estaban haciendo, y le había rogado a Ricardo que la soltase para dar más credibilidad al asunto. Sólo él sabía que todo era una farsa, había preferido no contarle nada al final a Ulises y a De la Cuadra, ni siquiera a Roberto. Cuanta menos gente lo supiese menos posibilidades había de que el plan fallase y Julia pudiese salir herida.
Los cuatro estaban sentados en el suelo, escuchando murmurar a Piti y a Palomares, que se habían quedado fuera custodiando la puerta. Sabían perfectamente que el capitán pretendía llegar hasta el submarino para desbaratar todos sus planes, pero ellos estaban allí encerrados sin poder hacer nada... o eso es lo que la tripulación pensaba.
-Bueno, bueno, parece que esta vez nos la han colado, ¿no? -Andrea utilizó ese tono de voz que tanto odiaba Julia. La doctora miró a Pablo, que se mantenía en silencio sin hacer ningún comentario. Parecía que el chico confiaba en que ella supiese lo que estaba pasando. -Pues hoy estáis de suerte, porque yo todavía tengo esto. -Andrea sacó un pequeño teléfono satélite que había tenido guardado dentro del calcetín y pulsó un par de botones, para después sonreír. -Cuando ese imbécil del capitán llegue al submarino, se va a encontrar con una sorpresita. Me parece que todos estarán esperando su llegada con muchas ganas.
Julia tragó saliva para ahogar el gemido de preocupación que se había empezado a crear en lo más hondo de su garganta, y comenzó a respirar agitadamente. ¡Tenía que avisar a Ricardo! Tenía que hablar con él, decirle que la gente del proyecto sabía lo que estaban a punto de hacer, o de lo contrario, el capitán y su tripulación se acababan de lanzar a una misión suicida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario