jueves, 1 de diciembre de 2011

Rol, parte LXXXV (por Roberto)

-¡Ricardo! – Dijo Salomé con prontitud - ¿Cómo vamos a salir de esto?
- Pues, no dándonos por vencidos – replicó el capitán apretando la mandíbula. Anda busca tú a Julia, nos veremos en el puente de mando. – la sonrisa de Ricardo tranquilizó un poco Salomé que salió precipitadamente hacia el camarote de Julia.

Mientras Ricardo buscó a Julián que se encontraba en la barandilla de estribor oteando el mar embravecido con unos prismáticos negros.

-¿Les ves? –preguntó Ricardo inquieto notándola cara de preocupación de Julián que tenía el rostro crispado. - ¿Qué pasa Julián?
- Es Ulises – respondió De la Cuadra apenas con un hilo de voz – Falta Ulises joer – pequeñas lágrimas saladas llenaron el rostro de Julián mientras se abrazaba a Ricardo – No aparece. Seguro que está en la balsa con Gamboa.

La mirada de Ricardo se endureció, entendía el dolor de su amigo, pero en ese momento necesitaba que De la Cuadra estuviera concentrado en cambiar el barco de rumbo para salir de aquellas extrañas nubes.

Te prometo que le encontraremos, pero tenemos que salir de aquí – le dijo Ricardo con voz firme mientras le zarandeaba por los hombros para que Julián que, sollozaba sin parar se tranquilizara.
Julián se secó las lágrimas con el dorso de la mano tratando de guardar la compostura y ayudar a su amigo, pero de reojo miraba las aguas que les rodeaban intentando atisbar una señal que le diera esperanza.

-¿Cambiar el rumbo? – Inquirió Julián enfadado, minutos después cuando se hallaban en el puente de mando esperando al resto de la tripulación- no puedes hacer eso – gritó encolerizado – perderemos la balsa si cambiamos de rumbo y entonces será imposible encontrarlos.
- Julián – explicó Ricardo – so nos quedamos aquí moriremos, esas nubes vienen llenas de fuertes vientos, nos arrastrarán y entonces no le serviremos de nada a Ulises.- la voz de Ricardo sonaba extrañamente serena en medio del vendaval. - Lo entiendes ¿verdad?

De la Cuadra miró a Ricardo de manera extraña con una rictus doloroso dibujando su rostro, los amargos bufidos del Oficial eran lo único que retumbaba en la bina del puente, los murmullos de la tripulación que arribaba al lugar se ibn apagando poco a poco al ver el compungido rostro de De la Cuadra. Todos se colocaron alrededor de su capitán y guardaron silencio. Salomé y Julia fueron las últimas en llegar.

- Te prometo que volveremos a buscarlos, pero ahora debemos salir de aquí – dijo Ricardo en un tono que no admitía réplica.

Volviendo se duro rostro hacia los tripulantes ordenó de manera tajante.

- Todos, a moverse, atad todos los cabos y asegurad todo muy bien, esto se va a mover mucho – Miró a Julián – Cambie es rumbo Oficial – Julián apretó los puños – 30 grados a l noreste – añadió, supuso que Julián protestaría la orden.
- ¿Tanto? –evidentemente no se equivocó.
-El capitán tiene razón – intervino Julia, es necesario – Julia comprendió en seguida la maniobra de Ricardo, era dese luego la mejor opción si quería volver después en un tiempo corto a buscar a Ulises – El capitán pretende rodear las nubes. Si queremos volver será la mejor opción

De la Cuadra obedeció la orden de su capitán a regañadientes y viró el rumbo del barco. Lenta y pesadamente el navío comenzó a dejar a un lado las nubes y empezó a navegar alrededor. La tripulación luchaba a brazo partido por mantener estable los cabos del barco, Palomares sudoroso miraba a Vilma de reojo, ella le había pedido por la tarde que volviera a ser cura y así ella podría estar tranquila con Piti. Pero Andrés no estaba convencido de eso, no ahora. Cuando ella se lo pidió con aquella lastimosa mirada estaba dispuesto a sacrificarse, pero ahora que la vida de todos peligraba se dio cuenta de que así sería siempre, y decidió que lucharía por Vilma aunque fuera contra su amigo Piti.

Ricardo en el puente de mando miraba a Julia de soslayo, mientras se aseguraba de que el barco viraba su trayecto adecuadamente. 

Los ojos de Julia se encontraban con los de él y Julia sentía ese estallido emocional en su corazón cada vez que Ricardo la miraba, sabía de sobra que él no confiaba en ella, pero no podía decirle la verdad sin poner en riesgo su vida. Lo amaba demasiado para ponerlo en ese riesgo. Si tan solo Gamboa ya no regresara más, entonces sería más fácil, pensó.

Tras una duras batalla con las inclemencias del clima y después de que Julia les diera una breve explicación sobre las posibles causas de la nubes, el Estrella Polar salió de la zona de peligro, la claridad volvió al navío de manera paulatina mientras las nubes se alejaban de ellos.
Ricardo sonrió por primera vez en toda esa larga noche al mirar el rostro de Julia. “Dios ¡Qué hermosa estaba!” Ricardo la contempló en silencio y un pensamiento rápido cruzó su mente como un rayo que llega de pronto y nos sorprende para después con el fuerte tronido resquebrajarnos la cabeza y permitirnos pensar con claridad. Lo sabía, lo tenía claro ahora y esa fue la razón de su sonrisa. Sonrisa que oprimió el corazón de Julia mientras la humedad asomaba en sus ojos, “si tan solo Ricardo le sonriera así a ella”, pero Julia sabía que Ricardo no la toleraba por callarse lo que pasaba. Una triste mirada se colgó de los preciosos ojos de la doctora. Julia sintió que se asfixiaba, necesitaba aire, no podía estar ni un minuto más allí o terminaría por arrojarse a los anhelados brazos del capitán. 

Ella abrió la puerta de la cabina de manera precipitada y salió de la estancia sin mirar atrás.

Ricardo suspiró y Julián le observó haciendo un gesto negativo con la cabeza.

- ¡Pringao, qué eres una soberano pringao! – dijo Julián mientras cambiaba de nuevo el tumbo del Estrella polar para regresar hacia la zona donde Ulises y Gamboa habían estado.
- ¡Vaya hombre! Ahora soy un pringao –reprochó Ricardo mientras se mesaba el pelo con suavidad, su mano llegó a la barbilla después y allí se detuvo.
- Sí, leches, es que si lo eres – maldijo Julián -¿A qué esperas para buscarla? ¿A qué te hagas de noche como siempre?

Ricardo miró a su amigo, sabía que tenía razón, su corazón no podía estar equivocado. Ignoraba cuál era el papel de la doctora en todo lo que pasaba, pero su corazón le gritaba que Julia no podía ser mala. Él la había visto preocuparse por los chicos, por sus propias hijas, la había sentido sincera y no quería dudar más. Fuera lo que fuera, lo afrontarían juntos, porque juntos eran más fuertes, porque a su lado, el capitán se sentía capaz de luchar contra todo lo que se presentara.

- Ahora vuelvo Julián – la voz del capitán sonó distinta o por lo menos a Julián así le pareció cuando frunció el ceño.
- Por mí no te preocupes, tómate tu tiempo – rió Julián por un segundo, después concentró su mirada en el mar que se abría inmenso e inescrutable ante sus ojos para ver si encontraba rastro de la balsa. 

El capitán llegó a cubierta, no sabía exactamente a donde iba, pero sus pies lo guiaban, su corazón si sabía. Sus pies se detuvieron silenciosamente en la cubierta de popa. Ricardo la miró, ella estaba allí, con la mirada triste y apagada observando la lejanía del horizonte. Un horizonte que a Julia le hacía daño, porque sabía que estaba sola. 
Los pies de Ricardo se acercaron despacio a los de Julia, Ricardo pudo ver entonces el rostro de ella bañado en lágrimas, el capitán sintió un nudo en la garganta. Julia sintió su presencia y giró su delicado cuello hacia él. Estaba allí, de pie, mirándola en silencio, fijamente, los grises ojos de Ricardo la contemplaban y pequeñas lágrimas comenzaron a manar de ellos ante la sorpresa de Julia. 

Él se acercó y suavemente cogió las manos femeninas entre las suyas en una caricia casi imperceptible que estremeció el cuerpo de Julia. Ricardo subió su mano derecha hasta las mejillas de la doctora y con la yema de sus dedos comenzó a secar sus lágrimas, mientras ella miraba como él lloraba también. Julia hizo un débil intento para alejarse, pero sus pies se negaron a moverse.
Ricardo la acercó hacia sí, mientras terminaba de enjugar las lágrimas de Julia.

- No quiero verla llorar Julia, nunca más – Julia sintió como su corazón se aceleraba ante la voz de él, nunca la había sentido con tan infinita ternura.
- ¿Por qué llora usted capitán? – preguntó susurrando Julia al tiempo que intentaba controlar el torbellino de emociones y sentimientos que Ricardo había exaltado en su interior. Julia comenzó a perderse en aquella mirada que a pesar de estar lluviosa no podía ocultar la pasión que estaba en plena ebullición en aquel momento.
- Porque por cada lágrima que tú derrames, yo derramaré mil – respondió Ricardo tuteándola de pronto. – Porque cuando un hombre derrama su lluvia por una mujer, es porque la ama de verdad – Julia cerró los ojos y poco a poco sus manos fueron subiendo por el amplio pecho masculino. 

Ricardo sintió su contacto y su deseo por ella se encendió aún más – Así como yo te amo a ti Julia – Ricardo inclinó lentamente su cabeza hacia Julia mientras la abrazaba por la cintura para atraerla más hacía él – No me importa quién eres, ni lo que quieres, me importas tú y tus ojos me dicen que no puedo estar equivocado contigo – El tono de Ricardo reflejó la pasión y la ansiedad que el alma del capitán sentía.

Julia se abrazó a Ricardo, acarició el cuello varonil y Ricardo buscó con su boca la boca de Julia, ambas se encontraron a medio camino, y cuando lo hicieron se unieron en beso apasionado que desbordó la necesidad que ambos sentían por estar juntos. 

Julia se colgó en su cuello mientras Ricardo movía sus labios con los de ella, abriendo su boca para recibirla, cerrándola para aprisionarla y calmar su sed en los labios soñados tantas veces y durante tantas noches. Julia sintió como el calor subía por su cuerpo, y se entregó a aquel beso con todo el amor que guardaba en su pecho por ese hombre que se había metido hasta lo más profundo de su corazón.
Ricardo abrazó la espalda femenina y continuó explorando la boca de Julia buscando abrazar con su lengua la de ella; la doctora acercó su mano izquierda hasta la rasposa mejilla de él acariciando la incipiente y suave barba mientras apoyaba la derecha sobre el pecho él.

Ambas bocas se entregaron en un profundo y ansiado beso, ambas lenguas se abrazaron y danzaron al compás de una misma melodía que se iba escribiendo lenta pero apasionadamente al ritmo de los latidos que marcaban sus acelerados corazones. Sus labios se acariciaron, se mimaron, se poseyeron mutuamente en un ósculo lleno de amor.

La mañana resplandecía serena mientras en cubierta el calor del sol, calentaba cada fibra de dos cuerpos que se abrazaban tiernamente. Salomé les miraba parada al lado de Julián, la cocinera apoyó su cabeza sobre el hombro del Oficial, mientras un brillo de emoción se asomaba a sus pupilas.

- Por fin, el amor que los une ha salido de su escondite y ha resplandecido – dijo la cocinera
- Sí joer, - refunfuñó Julián, a ver si Ricardo deja de ser tan zoquete – añadió riendo.

-Capitán, capipitán – se escuchó el grito de Burbuja – lala la balsa. – Burbuja señaló hacia el oeste y allí pudieron observar como la diminuta balsa flotaba plácidamente sobre las azules aguas del océano.
- ¡Venga! – gritó de La Cuadra que también la había visto, ¡súbanles! – los tripulantes obedecieron y subieron la balsa a cubierta.
Dos cuerpos inconscientes se hallaban en ella, Ulises y Gamboa. Una profusa mancha de sangre cubría la camisa de Gamboa. Ulises y Ernesto, comenzaron a abrir loso ojos lentamente-
- ¿Estás bien hijo? – preguntó Julián con prontitud tocando el pecho de Ulises mientras sonreía satisfecho.

Gamboa guardó silencio esperando la reacción del capitán, arqueó una ceja sorprendido cuando observó la mano del capitán abrazando a Julia por la cintura.

- ¿Estás bien? – repitió Julián

Ulises lo miró, la expresión del joven era de consternación, sus ojos observaban inquietos el rostro del hombre que tenía delante.

- ¿Quién es usted? – Preguntó Ulises con voz trémula - ¿Dónde estoy?

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