domingo, 6 de noviembre de 2011

Rol, parte LXXXII (por Leti)

No había ido a ese baño a escondidas, tenía todo el derecho del mundo a estar ahí mismo en cualquier momento del día. Ni siquiera sabía por qué se comportaba de esa forma al oír entrar a Gamboa. Había parado de hacer lo que estaba haciendo y aguardado sigilosamente a que el otro se fuera por donde había venido. 

Desde el momento en que lo vio, aquella mañana en el puerto de Valencia, supo que no era de fiar. Menudos profesores que contrataban para las travesías, dejaban mucho que desear. Parecía mentira, pero solo habían pasado dos meses de aquello y sin embargo, aquel hombre, no le inspiraba confianza. 

Pero en ese momento, cuando lo vio agacharse justo al lado de la cama y levantar una de las viejas tablillas de madera del suelo, sospechó que su vida podría estar en peligro si su “escondite” llegase a ser descubierto. Lo que no se esperaba es que de debajo de esa tabla suelta, sacase un teléfono satélite que numerosas veces había visto utilizar a Ricardo, el capitán del Estrella Polar.

“Misión cumplida. La doctora y el capitán no van a volver a juntarse, la tengo amenazada”
. Al oír aquella frase se quedó helada, su cuerpo permanecía inmóvil temerosa de ser descubierta, pero su mente no paraba de empezar a enlazar los pequeños datos con los que contaba. Miró a Gamboa y vio como esbozaba una media sonrisa de satisfacción a la vez que guardaba el teléfono con soltura, volviendo a levantar la diminuta tablilla del suelo cerciorándose de que la volvía a colocar bien y salir del camarote con un ligero portazo. 

Esperó unos segundos respirando entrecortadamente, que a ella le parecieron eternos, para asegurarse de que él no volvía de nuevo. Con mucha cautela salió del baño, se fue al camarote de Julián y se sentó en la cama. Estaba muy alterada por lo que había visto pero al poco tiempo volvió a respirar con un poco de normalidad. Tenía que avisar a Ricardo y a los demás de las verdaderas intenciones de Gamboa, entendía lo que estaba haciendo Julia, ahora sí. No tenía tiempo que perder.

Se levantó de un salto y se dirigió a su puerta, pero no le hizo falta abrirla porque Julián se le adelantó y le sonrió al verla.

- Te estaba buscando – la saludó con un beso en la mejilla pero ella le apartó con suavidad-¿te pasa algo?

- No, no me pasa nada – afirmó Salomé con decisión – tengo que buscar a Ricardo y decirle una cosa, es muy importante.

Salomé se dirigió a la puerta y la abrió, pero Julián se interpuso y no la dejó salir.

- ¿Se puede saber qué es eso tan importante que le tienes que decir a mi mejor amigo que no me lo puedes decir a mí? – exclamó evidentemente molesto porque su mujer no se sincerase con él – ¡Es que manda cojones, que se lo quieras decir a él primero y a mí no, que soy tu marido…!

- Cariño –dijo interrumpiendo su eufórica frase – os lo contaré a los dos a la vez.

La respuesta pareció convencer a Julián pues aceptó que Salomé saliese del camarote y él la siguió detrás. 

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