domingo, 6 de noviembre de 2011

Rol, parte LXXXI (por Pao)

Aquel día amaneció soleado sobre el Estrella Polar y el ambiente festivo se extendió pronto entre los pasajeros del buque-escuela, que decidieron disfrutar del sol y de la brisa marina y pasar sus horas libres en cubierta. La doctora Wilson estaba tomando el sol tumbada junto a la cocinera del barco, y aquellos encuentros entre las dos mujeres sólo podían significar una cosa: cotilleo.

-¿Qué tal está Julián? ¿Ha vuelto a encontrarse mal?
-No ha vuelto a sentir mareos ni nada. Hoy le he pillado fumándose un puro de esos que todavía tiene guardados...
Julia sonrió.
-Es fuerte. Tanto tiempo en el mar te hace inmune a todo.
Salomé giró sobre sí misma y se quitó las gafas de sol que llevaba puestas para mirar a Julia directamente.
-Ricardo no es inmune a todo lo que le estás haciendo sufrir.


La doctora se removió incómoda. Se odiaba por hacerle eso a Ricardo, por mentirle acerca de todo lo que había pasado entre ellos, y escucharlo en voz alta en boca de Salomé acrecentó el dolor que habitaba permanentemente en su pecho; pero tenía que hacerlo. No podía arriesgarse a que Gamboa cumpliese su amenaza y pudiese pasarle algo al hombre que amaba. Con todas las fuerzas que logró reunir se incorporó para enfrentar a su amiga.


-No puedo hacer nada, Salomé. No le quiero. Ya está.
-Ya, y pretendes que me lo crea. Que yo he visto cómo te has ido enamorando de él, Julia, eso no me lo puedes esconder. Lo que no entiendo es cómo Ricardo se lo ha tragado. Tú verás lo que haces... Pero te estás haciendo infeliz, y estás haciendo infeliz a la persona que más quieres.


Salomé volvió a colocarse las gafas y se tumbó de nuevo bocabajo a seguir tomando el sol, como si la conversación que acababan de mantener no hubiese sucedido nunca, dejando a Julia más dolida que nunca.

Ricardo salió de su camarote cabizbajo, con la mirada fija en el suelo y la cabeza perdida en cosas más importantes que mirar por donde iba. Por eso cuando chocó contra alguien y se agachó a recoger los papeles que se le habían caído de las manos no reparó en que esa persona no era nada más y nada menos que Gamboa. El colombiano no se movió, esperando a que el capitán se pusiese derecho, y cuando Ricardo lo hizo una sonrisa de lobo malo apareció en la cara de Gamboa.


-Desde que la doctora le ha dado boleto le veo como alma en pena por el barco, ¿eh?


Ricardo pensó que en el estado en el que se encontraba podría estrangular a Gamboa ahí mismo, así que prefirió hacer caso omiso a las palabras de aquel hombre y seguir su camino hacia el puente de mando. Gamboa rió a sus espaldas y entró en su camarote. Se agachó para levantar una tabla que había suelta en el suelo de madera y sacó de allí un teléfono satélite, y tras pulsar una serie de teclas se lo colocó junto a la oreja.


-Misión cumplida. La doctora y el capitán no van a volver a juntarse, la tengo amenazada.


El colombiano volvió a guardar el teléfono donde estaba y salió del camarote, cerrando la puerta muy seguro de sí mismo. Pero, por primera vez en mucho tiempo, Gamboa había cometido un error, un error que podría costarle muy caro. No se había fijado en que la puerta del baño estaba entreabierta, ese baño que compartía con el camarote de De la Cuadra. Y ese baño no estaba vacío. Alguien había escuchado toda la conversación.

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